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Durante la Ilustración europea, se desarrolló un concepto en la filosofía y la estética llamado lo sublime. En las artes, la literatura y en las obras de los intelectuales, lo sublime se refería a la capacidad de estremecer de la naturaleza y de lo bello, características que los artistas y pensadores buscaban replicar en sus propias obras e incluso aplicar a la ética.
El concepto de lo sublime implica un conflicto consustancial que proviene de una apreciación de lo bello con un sentimiento de admiración, asombro e incomprensión de lo eterno. Muchos filósofos discutieron sobre este conflicto y sugirieron que nuestro objetivo debería ser la fusión armoniosa de la razón con la emoción; y, de esta manera, lo sublime se convirtió en un elemento del gran cambio durante la Ilustración, que fue testigo de cómo la razón reemplazó a la religión como la fuerza motriz intelectual dominante.
La idea de lo sublime se reavivó durante la Ilustración gracias a la traducción de un texto antiguo de Boileau en 1672. Este texto, que solo se redescubrió en 1554, era Sobre lo sublime, que más tarde se pensó que lo escribió Longino, un autor griego del siglo I d.C. J. W. Yolton resume los pensamientos de Longinus sobre lo sublime como:
…esa cualidad que otorga un poder inconfundible a las obras de arte y literatura; se basa principalmente en la grandeza de las ideas y en la capacidad de emociones fuertes, complementadas por ciertas características de retórica; la sublimidad es el eco de una mente noble y de un corazón apasionado.
(508)
Aunque Longino se interesa esencialmente por la poesía y la oratoria, también escribe sobre lo sublime en la naturaleza y cómo las características naturales impresionantes y los fenómenos como llanuras amplias, montañas escarpadas y ríos poderosos pueden sacar a relucir en todos nosotros (o en la mayoría) un placer al contemplarlos y un sentido más claro de proximidad con lo divino.
El Oxford Dictionary of Philosophy da la siguiente definición de lo sublime: “Lo sublime es grandioso, temible, noble, calculado para hacer surgir sentimientos de orgullo y majestad, así como de temor y a veces terror” (462-3). Por lo tanto, lo sublime crea una extraña mezcla de sentimientos como placer, temor, ansiedad, irrelevancia personal, e incluso temor y terror; piensa, por ejemplo, en las emociones encontradas que se pueden tener al estar mirando sobre un precipicio de un majestuoso fiordo noruego.
UNA AMPLIA VARIEDAD DE PENSADORES DE LA ILUSTRACIÓN CONSIDERÓ LO SUBLIME COMO PARTE DE SU FILOSOFÍA.
La idea de lo sublime en la naturaleza y en las artes cautivó la imaginación de muchos escritores, artistas y filósofos durante la Ilustración. Lo sublime, con su enfoque en la grandeza inmensa y en significados insondables, parecía estar en desacuerdo con el progreso realizado por la ciencia, cuyos objetivos de conocimiento eran el descubrimiento de las leyes y el orden de la naturaleza. Los filósofos intentaron reconciliar este conflicto entre la emoción y la razón y demostrar que la mente realmente puede triunfar por encima de la naturaleza. Una amplia variedad de pensadores de la Ilustración consideró lo sublime como parte de su filosofía, pero aquí, en aras del espacio y la claridad, consideraremos solo tres.
En Inglaterra, particularmente, los escritores y críticos literarios comenzaron a destacar lo sublime, ya sea en experiencias de viajes o en sus críticas de grandes obras existentes. El Paraíso perdido de John Milton (1608-1674), que se publicó en 1667, se describió con frecuencia como el mayor ejemplo de lo sublime en las artes inglesas. Los filósofos no tardaron mucho en volver su análisis penetrante hacia este concepto viejo y nuevo a la vez. Edmund Burke (1729-1797) evaluó lo sublime de la manera más famosa en su Indagación filosófica en el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y lo bello, publicado en 1757. Burke buscaba más de una explicación de lo sublime que “la belleza de la naturaleza” o “la belleza del arte”, y de esta manera analizó lo que este sentimiento producía al separar la belleza de sus causas. En su obra, Burke “explora la naturaleza de los placeres `negativos´, es decir, los sentimientos de placer y dolor, de atracción y terror irracionales y encontrados” (Yolton, 72). Tal y como Yolton resume, “Burke encuentra las fuentes de lo sublime en cualidades como por ejemplo las tinieblas, el poder, la vacuidad, la oscuridad, la soledad, el silencio y la inmensidad, que transmiten ideas de dolor y terror sin causar peligro físico” (508). Para Burke, lo sublime es fundamentalmente la interacción entre la razón y la emoción. Mientras que la belleza se define como cosas que son “bonitas”, lo sublime describe un placer complejo que conlleva una sensación de peligro o ansiedad. Burke afirma:
Cualquier cosa que esté instalada en cualquier forma que estimule las ideas de dolor y peligro, es decir, cualquier cosa que sea de alguna manera terrible, o este familiarizada con objetos terribles u opere de alguna forma similar al terror, es una fuente de lo sublime; es decir, es generadora de las emociones más fuertes que la mente es capaz de sentir.
(Robertson, 507)
El historiador S. Blackburn describe la importancia de la obra de Burke: “Señaló un temprano rechazo romántico de la estética de la claridad y el orden del siglo XVIII, a favor del poder imaginativo de lo ilimitado y lo infinito, y de lo no expresado y desconocido” (66). Burke desafiaba la idea de que la razón era siempre la mejor facultad para lidiar con el mundo y expandir nuestro conocimiento de él. La razón era una piedra angular de la Revolución Científica y del movimiento de la Ilustración, pero Burke, sin embargo, insistió en que la emoción (que actualmente podríamos llamar intuición o imaginación creativa) tenía un espacio en el proceso de aprendizaje. Burke escribió:
Cualquier cosa que repliegue el alma sobre sí misma, tiende a concentrar sus fuerzas y ajustarlas para vuelos de la ciencia mayores y más fuertes. Cada vez que la sabiduría de nuestro creador tuvo la intención de que alguna cosa nos afectara, no limitó el ejercicio de su diseño a la operación lánguida y precaria de nuestra razón; sino que lo invistió de poderes y propiedades que excusen [i.e. prevean] el entendimiento, e incluso el deseo, que al valerse de los sentidos y de la imaginación, cautivan el alma antes de que el entendimiento esté preparado para unirse u oponerse a ellos.
(Hampson, 193)
Burke continúa con un ejemplo de algo que evoca lo sublime, un cielo estrellado:
El cielo estrellado, aunque ocurre ante nuestra vista con tanta frecuencia, nunca deja de provocar una idea de grandeza. Esto no puede ser debido a nada en las estrellas mismas, si las consideramos por separado. La causa ciertamente es su número. El desorden aparente aumenta la grandeza, ya que la apariencia de meticulosidad es muy contraria a nuestras ideas de magnificencia. Además; las estrellas se encuentran en una confusión aparente, como para imposibilitar reconocerlas en ocasiones normales, lo que les otorga la ventaja de una forma de eternidad.
(Robertson, 508)
Burke sugiere que en las artes, un poco de oscuridad es una buena cosa cuando se intenta conjurar a lo sublime; señala que los cuadros a menudo son demasiado claros y a veces parecen un poco falsos o incluso ridículos; da el ejemplo de intentar representar el infierno en un cuadro al óleo. Burke dice que la literatura y especialmente la poesía es, por lo tanto, más efectiva al comunicar lo sublime porque se deja que la imaginación del lector complete los vacíos. La idea de que el ejercicio de la mente es completamente importante para lo sublime fue perseguida más tarde por el siguiente filósofo que abordó este concepto.
PARA KANT, LO SUBLIME ES EL EJERCICIO Y EL DOMINIO DE NOSOTROS MISMOS COMO SERES MORALES.
Kant sobre lo sublime
Immanuel Kant (1724-1804) estaba muy interesado en lo sublime, aunque se inclinó hacia sus posibilidades en lo que a ética se refiere. En 1764, Kant publicó Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime. Otra obra en la que discute la estética es Crítica del juicio, publicada en 1790. Kant presenta el punto de vista de que la experimentación de lo sublime es una cuestión de intuición; una experiencia subjetiva, y de esta manera desvía el foco de lo que causa o contiene lo sublime a la composición emocional e intelectual de cada individuo que determina su reacción particular. Kant observó que al usar nuestras mentes para superar la inmensidad del poder de la naturaleza, o al menos para crear algún tipo de harmonía entre la razón y la emoción, lo sublime “eleva el alma por encima de la altura del vulgar lugar común” (Blackburn, 463). Todo esto está muy bien al contemplar la naturaleza desde la comodidad de un sillón; aquellos que han visto una enorme cadena montañosa desde un pico alto o el poder de un océano tempestuoso en una tormenta terrible podrían discutir que es la naturaleza la que triunfa normalmente. No obstante, Kant discutiría que debido a que la mente es superior a todo lo físico, lo sublime se debe encontrar en realidad en lo no físico. Lo sublime es la reacción humana a lo físicamente impresionante o bello, por encima de todo, es el ejercicio y el dominio de nosotros mismos como seres morales.
Wollstonecraft sobre lo sublime
Otra pensadora dispuesta a profundizar en lo sublime fue Mary Wollstonecraft (1759-1797). Cuando viajaba por Escandinavia, escribió sobre una experiencia sublime clásica en sus Cartas escritas durante una estancia corta en Suecia, Noruega y Dinamarca, publicado en 1796. En el siguiente pasaje, describe su reacción ante una impresionante cascada, englobando en una experiencia práctica las mismas ideas a las que Burke y Kant habían hecho alusión en teoría:
Cuando llegué a la cascada; o más bien catarata, cuyo rugir había anunciado su proximidad hacía tiempo, la caída del agua apresuró mi alma hacia un nuevo tren de reflexiones. La impetuosa gallardía del torrente que saltaba desde las oscuras cavidades que se burlaban del ojo explorador, produjeron en mi mente la misma actividad: mis pensamientos se precipitaron de la tierra al cielo, y me pregunté ¿por qué estaba encadenada a la vida y sus miserias? No obstante, las emociones tumultuosas que este objeto sublime causaba eran placenteras; y al verlo, mi alma se elevó con dignidad renovada, por encima de su preocupación de aferrarse a la inmortalidad, parecía tan imposible parar la corriente de mis pensamientos, como el del torrente ante mí que siempre variaba aun siendo el mismo, que extendí mi mano a la eternidad, saltando sobre la oscura mota de vida por venir.
(Robertson, 510)
Legado
Lo sublime, con su idea de fusionar la emoción y la razón en una sola experiencia, influyó enormemente en el Romanticismo, el movimiento artístico que se extendió desde alrededor de 1775 a 1830, donde se hacía énfasis en nuevas formas y modalidades de expresión. El Romanticismo era completamente menos formal con las reglas y la estructura, más espontáneo y mucho más emocional comparado con lo que hubo anteriormente. El Romanticismo apoyó la interpretación de Kant de lo sublime como un asunto personal debido a que los artistas entonces buscaban en concreto conmover al individuo que interactuaba con su obra. Movimientos posteriores como por ejemplo el impresionismo, el neo-impresionismo y el simbolismo continuarían con esta ambición. Parafraseando a Pablo Picasso (1881-1973), el arte no debe seguir copiando a la naturaleza, sino que debe actuar como ella. En resumen, si una montaña podía conjurar lo sublime, también lo podía hacer un cuadro o una escultura.
Otro movimiento relacionado, asociado también al siglo XIX es el esteticismo. Abanderado por artistas como Oscar Wilde (1854-1900), el esteticismo proclamaba que el objetivo más noble de la existencia humana es apreciar el arte y lo bello. Aún más, los análisis morales nunca deberían limitar ni el arte ni lo bello, ya que estas dos cosas no tienen (o no deberían tener) ningún objetivo particular moral ni político.
La idea de la belleza sublime y del poder de la naturaleza contribuyó a dar forma a otra manera nueva de pensar, denominada a menudo ética medioambiental. En ella la naturaleza se valora por sí misma, sin tener en consideración ninguna utilidad real o potencial para la humanidad. No ser capaz de apreciar este valor, aunque sea difícil de cuantificar y expresar, se considera un fracaso estético.
La idea de lo sublime destacó durante la Ilustración cuando los pensadores sugirieron que ejemplos impresionantes de la naturaleza o cosas bellas producen sentimientos de apreciación y temor. Los pensadores buscaban reconciliar este conflicto aparente entre la razón y la emoción. Evocar lo sublime se convirtió en un objetivo en las artes.
¿Por qué fue importante lo sublime?
La idea de lo sublime fue importante en la Ilustración y después porque no solo se convirtió en una cuestión de estética, sino también de ética que nuestra razón debería triunfar por encima de las emociones. Más tarde, movimientos artísticos como el Romanticismo revocaron esta ambición.
Debido a mi gran interés por aprender humanidades, soy traductora voluntaria para WHE, lo que me da la oportunidad de profundizar en las olas del tiempo.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, Mark. "La idea de lo sublime en la Ilustración."
Traducido por Rosa Maria Barquin. World History Encyclopedia. Última modificación febrero 22, 2024.
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Cartwright, Mark. "La idea de lo sublime en la Ilustración."
Traducido por Rosa Maria Barquin. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 22 feb 2024. Web. 14 dic 2024.
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Escrito por Mark Cartwright, publicado el 22 febrero 2024. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.