Entre las numerosas contribuciones que hizo Mesopotamia a la cultura actual se encuentra un objeto que resulta tan familiar en el mundo moderno que pocos se han parado a reflexionar acerca de su origen: los collares para perros. A lo largo de la Historia, desde China hasta Roma, en las obras de arte se han representado a los perros con un collar y una correa.
El collar para perros es una parte tan esencial de la vida diaria de las personas que incluso los perros de los dioses se han representado con collar y correa; una relación cuya primera evidencia se encuentra en el arte de la antigua Mesopotamia. En el mismo modo en que los académicos no se aclaran acerca del origen del perro y la primera vez que se domesticó, resulta complicado afirmar con certeza que el pueblo de Mesopotamia fue el primero en inventar el collar. Es posible, incluso se podría decir que probable, que el collar, al igual que la relación de los humanos con los perros, se fuera desarrollando de manera independiente en diferentes regiones y en diferentes épocas. Aun así, si tomamos como referencia la representación artística del collar, la primera surge en Mesopotamia.
En Mesopotamia se les tenía alta estima a los perros, pues se consideraban los protectores, curanderos y compañeros de los dioses. A Gula, la diosa de la curación, siempre se la ha representado junto a un perro, al igual que a Inanna, una de las deidades más populares, si no la que más, en el panteón mesopotámico. Se solían producir con frecuencia y por varios motivos imágenes, amuletos, estatuas y grabados cuyos protagonistas eran perros y, en la mayoría, aparecían llevando un collar. Así, en la actualidad, un acto tan mundano como es que un dueño le ponga el collar y la correa a su mascota es la repetición de una práctica que se remonta miles de años atrás, en otra época y lugar. Aunque el collar que utilizan los perros de hoy en día se elabora con materiales diferentes, el diseño no ha variado, al igual que, parece ser, la relación que se establece entre las personas y sus perros.
Esta relación se consolida en Mesopotamia muy pronto, desde el año 3300 a.C., en un área del sur conocida como Sumeria. El orientalista Samuel Noah Kramer, en su libro La historia empieza en Sumer, pone de manifiesto 39 «primeras veces» en la Historia que se dieron en esa zona, entre las que se encuentran las primeras escuelas, los primeros refranes y dichos, los primeros mesías, las primeras historias sobre el Diluvio Universal, la primera canción de amor, el primer acuario, los primeros precedentes legales en los tribunales, la primera fábula sobre un Dios que experimentó la muerte pero también la resurrección, los primeros cánticos en funerales, los primeros paralelismos bíblicos y las primeras ideas moralistas.
Básicamente, los sumerios también inventaron el tiempo, ya que contaban a través de un sistema sexagesimal (un sistema basado en el número sesenta), a partir del cual se creó el minuto formado por sesenta segundos y la hora formada por sesenta minutos. Además, dividieron la noche y el día en períodos de doce horas, delimitaron los «días de trabajo» al establecer horas de comienzo y fin y crearon el concepto de «día libre» para las vacaciones. Aunque en la lista de Kramer de «primeras veces» no aparece el collar para perros, y no existe ningún registro oficial que certifique la invención, una conclusión evidente que se extrae de las obras literarias y artísticas existentes es que los sumerios tenían en gran estima a los perros y que usaban collares en una época muy temprana de su historia.
Mucho antes de que el famoso Esopo de Grecia (620-564 a.C.) escribiese sus fábulas, los sumerios eran ya unos expertos en el género. Kramer señala que el perro aparece en estas historias como una figura destacada y apunta que «el perro es el primero, pues se hace referencia a él en ochenta y tres refranes y dichos» (124). De hecho, lo más probable es que Esopo (o el compilador desconocido al que se le atribuye ese nombre) recopilara fábulas griegas o sumerias más antiguas en lugar de escribirlas él mismo. La popularidad de Esopo reside enteramente en el empeño de los impresores del siglo XIV en encontrar material para publicar a través de la imprenta, la invención del momento. La primera edición inglesa de Fábulas de Esopofue publicada por William Caxton en el año 1484, con la esperanza de ofrecerle al público una lectura inspiradora. Los sumerios ya alcanzaron este objetivo unos tres mil años antes con historias como Por qué el perro está sometido al hombre y El perro de exposición.
MUCHAS DE LAS FÁBULAS MÁS CONOCIDAS QUE SE ATRIBUYEN A ESOPO SON, EN REALIDAD, OBRAS ORIGINALES SUMERIAS, INCLUido EL FAMOSO AFORISMO «EL PERRO EN EL PESEBRE».
En la primera historia, un perro le ladra a un león que se está acercando a un pueblo y este ataca al perro, mientras que un zorro deambula por los alrededores fingiendo estar atemorizado. El zorro, sagaz, sentencia que, si se finge humildad y se muestra miedo; se puede caminar sin problema cerca de leones. Sin embargo, el perro es el héroe de la historia, porque muestra sus verdaderas intenciones, esto es, proteger del león a los habitantes del pueblo.
En El perro de exposición, una perra de raza pura tiene cachorros con un perro mestizo y le culpa a él y a su linaje por que sus hijos no vayan a ganar ningún premio. El mestizo responde: «Ya sean de color marrón o tengan manchas, siempre querré a mis pequeños». La perra, que participa en concursos por su raza, es presentada de esta manera como superficial, pues solo valora a sus cachorros por el prestigio que podrían otorgarle, mientras que el perro mestizo, un perro normal y corriente, los quiere de manera incondicional.
Muchas de las fábulas más conocidas que se atribuyen a Esopo son, en realidad, obras originales sumerias, incluyendo el famoso aforismo «el perro en el pesebre», que se refiere a alguien que se niega a disfrutar de una experiencia, pero que tampoco permite que los demás disfruten de esta. Aunque los collares para perros no se mencionan específicamente en estas fábulas, se puede asumir que estos se utilizaban —especialmente si existían los concursos para perros, como se sugiere en el párrafo anterior— y se representan de manera explícita en el arte.
El collar para perros aparece en casi cualquier representación de un perro en el arte mesopotámico. Las inscripciones del período III de Ur (2047-1750 a.C.) describen una caravana adentrándose en la ciudad con perros y sus correspondientes domadores. El académico Paul Kriwaczek menciona cómo «las imágenes muestran criaturas enormes, del estilo de un mastín; la comida que consumían sugiere que eran criaturas tan pesadas como los hombres que cuidaban de ellas» (144). Se controlaba a estos perros a través de gruesos collares y correas, que lo más probable es que estuvieran hechas de cuero, aunque no se puede deducir a partir de las imágenes cómo se hacían o adornaban.
Sin embargo, existen otras imágenes que muestran un retrato más claro. Un colgante hecho de oro con forma de perro, actualmente ubicado en el Museo de Bellas Artes de Boston, Estados Unidos, data del año 3300 a.C. y se encontró en la ciudad sumeria de Uruk. Es una figura de un perro con un ancho collar que parece estar decorado con rayas. Parece que el perro pertenece a la raza saluki, caracterizada por tener una cola rizada y unas orejas alargadas, lo cual no es para nada sorprendente, pues se ha comprobado que esta era una raza bastante popular en ese período en Mesopotamia. El sello cilíndrico del año 3000 a.C. que se encontró cerca de Nínive claramente muestra un saluki y el carácter profundo de estos sellos deja entrever la importancia del perro.
El pequeño amuleto dorado habría representado a un perro de clase alta en la ciudad donde su dueño lo llevase probablemente por protección. Los perros se asociaban con Gula, la diosa de la curación, y se solían invocar a través de estatuas, amuletos y figuritas para protegerse de las amenazas sobrenaturales y naturales.
Entre los mejores ejemplos de esta práctica se encuentran las famosas figuras, conocidas como los Perros de Nimrud, ubicadas en la antigua ciudad de Kalhu (conocida desde el siglo XIX como Nimrud) en Mesopotamia. Consisten en cinco estatuillas de perros descubiertas entre los años 1951 y 1952 por el arqueólogo Max Mallowan (el marido de la famosa escritora de misterios Agatha Christie). Estas estatuillas de perros representan el concepto mesopotámico de la magia y la protección mágica. Los mesopotámicos creían que los humanos trabajaban mano a mano con los dioses para mantener el orden frente a las fuerzas del caos. Los humanos se encargaban de aquellas tareas para las cuales los dioses no tenían tiempo y, como recompensa, los dioses les otorgaban todo aquello que necesitasen en la vida.
No obstante, había muchos dioses en el panteón mesopotámico y, aunque algunos solo pretendían lo mejor para los seres humanos, otros podían sentirse ofendidos por los pensamientos o acciones que estos tenían. Además, también existían fantasmas, espíritus malvados y demonios —ya sea por orden de los dioses o actuando por su cuenta— de los que había que defenderse. Por lo tanto, los mesopotámicos crearon colgantes, amuletos y hechizos en busca de protección y, entre estos, estaban las estatuillas de perros.
El académico Jeremy Black puntualiza cómo las estatuillas donde los perros aparecen sentados o de pie se creaban normalmente como amuletos protectores y no estaban asociados a ningún dios o diosa, lo que reflejaba el carácter fuerte, fiel y protector del perro. Las estatuillas, como las que Mallowan descubrió, se solían pintar con colores vivos y se enterraban en alguno de los extremos de las entradas de los palacios o de las casas para repeler el peligro.
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Protectores, curanderos y guías
El famoso arqueólogo Austen Henry Layard descubrió una colección de perros, de acuerdo con la descripción de Black, en la ciudad de Nineveh en el siglo XIX. El poder de estas figuras, si bien es cierto que no portan ninguna inscripción que especifique a ninguna deidad, proviene de los dioses. La poderosa Ishtar (también conocida como Inanna), la diosa del amor, de la pasión, de la guerra y de la fertilidad se representaba con sus perros atados con correas y, como se comentó antes, a Gula siempre se la mostraba junto a su perro y, con el tiempo, se llegó a representara a la diosa en forma de perro sentado, con un collar, mirando a un suplicante.
El perro se asocia con Gula y con la curación en una época temprana, pero se confirma de manera evidente durante el período III de Ur. Notaron que el perro se curaba a sí mismo lamiéndose las heridas, por lo que su saliva se consideraba medicinal (una creencia que se ha demostrado en los tiempos modernos). En el caso de Inanna/Ishtar, sus perros eran su compañía y protección y, ya que la solían invocar por protección, sus perros adquirieron la misma reputación. La predisposición nata de los perros a proteger a su gente, claro está, refuerza este aspecto de los perros de las diosas.
Sin embargo, los perros no solo protegían a los humanos en la vida, sino que también les ayudaban en su transición a la vida después de la muerte. Se creía que, en su viaje hacia la tierra de los muertos, a los niños, sobre todo, los acompañaban los espíritus de los perros. Estos perros se consideraban cercanos y juguetones, pero también fieros guardianes que les protegerían ante los malos espíritus y demonios.
Collares para perros y razas
Este carácter protector de los perros se ponía de manifiesto en el collar para perros mesopotámico. Sean cuales fueren los collares más antiguos —probablemente hechos de cuerda—, antes del período III de Ur ya se representaban como gruesas cintas de cuero normalmente decoradas de algún modo. Los collares protegían las gargantas de los perros al mismo tiempo que, atados a una correa, servían para defender a otros de las agresiones de los perros.
A juzgar por las representaciones hechas en amuletos, inscripciones y figuritas, parece ser que estos collares tenían un nudo al cual se ataba una correa. Sin lugar a dudas, este nudo se hacía con material de alta calidad cuando se trataba de productos de primera, pero, cuando se trataba de piezas más modestas, se utilizaba material más barato. Dado que no existían cierres metálicos, estas primeras correas se hacían con cuerda, tela recia o incluso ramas con agujeros (tal y como se usaría más tarde en el antiguo Egipto).
DADO QUE NO EXISTÍAN CIERRES METÁLICOS, ESTAS PRIMERAS CORREAS SE HACÍAN CON CUERDA, TELA RECIA O INCLUSO RAMAS CON AGUJEROS.
Los collares hechos de cuerda se seguían utilizando durante el período III de Ur y más adelante. Una placa de terracota de la ciudad de Borsippa que data de los años 2000 al 1600 a. C. muestra un hombre caminando junto a un perro imponente y poderoso que lleva un collar con borlas. La cuerda parece estar enrollada dos veces a lo largo del cuello del perro y atada en la parte de atrás, de manera que la parte más larga sirve como correa y la parte más corta acaba en la borla decorativa. Esto parece ser similar a las correas de adiestramiento que se utilizan hoy en día.
El orientalista Wolfram von Sodden puntualizó que existen tres razas de perros que, con total seguridad, provienen de la antigua Mesopotamia: el galgo, el danés y el mastín; y, para controlar a estas razas, se necesitaba un collar recio y una correa considerable, al igual que ocurría con el saluki, también de origen mesopotámico.
El collar no solo ayudaba a controlar y entrenar al perro, sino que también servía de protección para la garganta de este, incluía información sobre el nombre del perro y, probablemente, sobre el dueño de este —al menos en las clases altas—. Los sellos cilíndricos de Mesopotamia, un tipo de sello pequeño cuya función era autenticar la identidad de alguien por escrito, solían representar perros portando collares junto a sus dueños. Así, no resulta irracional asumir que estos sellos muestran las relaciones tal y como eran, incluyendo el uso del collar.
El collar para perros como forma de arte
El collar para perros de Mesopotamia podría haber sido fuente de inspiración para el colgante llamado «collar de perro» (o choker), una expresión de alta costura y lujo. La reina Pu’abi de Ur o Pu-Abum (del 2600 a.C.) es la figura real más conocida que ha llevado este colgante denominado «collar de perro» que se convirtió en una joya habitual para las mujeres de aquella época. Estas joyas estaban hechas de oro y lapislázuli; sin embargo, esta metalurgia de tan alta calidad parece que solo se destinaba a los humanos, puesto que aún no se han encontrado collares para perros tan refinados.
No obstante, existen representaciones artísticas de perros con collares decorados al detalle. Resulta puramente conjetural el hecho de que los collares para perros dieran pie a la creación de esta joya, pero es una afirmación probable, ya que tanto los perros como sus collares eran una parte integral del día a día de las personas. Después de todo, cualquier forma de arte proviene de algún sitio, y este collar parece haber surgido a partir de los diseños de collares para perro.
El collar de saluki, mencionado anteriormente, parece tener el mismo diseño que el colgante o, al menos, similar. En una estatua votiva de un perro de Lagash (entre los años 1894 y 1866 a.C.), que se encuentra actualmente en el Louvre, también se aprecia un collar decorado al detalle. Esta estatua, un candelabro confeccionado a la perfección, está hecha de esteatita y se creó como homenaje a la diosa Ninisina, uno de los nombres más antiguos que recibía Gula cuando era la deidad regional de la ciudad de Isin. Esta se elaboró «por la vida de Sumu-El, rey de Larsa» y confeccionada por un médico de Lagash, probablemente como regalo sacrificial a la diosa para agradecerle la sanación que esta proporcionaba.
Otro ejemplo interesante de los collares para perros en el arte mesopotámico del Louvre es la pareja de perros plateados con collares rayados del 2000 o 3000 a.C. y cuyo origen se encuentra en Bactria, en Asia Central. Los perros tienen 4 centímetros de largo y un agujero vertical que atraviesa a ambos. Se cree que podrían haber servido como pendientes o colgantes, o que incluso podrían haber sido imperdibles decorativos que se utilizaban como cierre de una capa o túnica. La hebra metálica se metía a través de un lado de la tela, luego por dentro del agujero del perro plateado y se ataba al otro lado de la tela.
Los collares de estos perros parecen estar decorados, pero vemos cómo se utiliza el mismo diseño desde la mitad del lomo hasta el final de la cola. Quizá este era el diseño del collar o, simplemente, el artista estaba interesado en un tipo de simetría notable entre la parte delantera y la trasera. Resulta interesante cómo otros pendientes de perros descubiertos en Susa tienen un diseño similar. Este par de perros datan del 4000 a.C., uno hecho de oro y otro de plata, pero ambos con collares que se asemejan al diseño de los perros de Bactria.
Conclusión
Si bien es cierto que no se ha demostrado que el collar para perros inspirase el famoso colgante de hoy en día conocido como «collar de perro» (o choker), está claro que los perros conformaban una parte importante de la vida en Mesopotamia y eran un tema recurrente en arte y escultura. Sin embargo, no siempre se mencionaban con una connotación positiva, puesto que, en esa época, al igual que actualmente, «perro» era un adjetivo utilizado de manera peyorativa. No obstante, existen pruebas contundentes que verifican que se tenía en gran estima al perro y que este tenía un papel importante en el día a día de las personas.
El interés que han suscitado los collares para perros en el arte es una evidencia de esto que se pone de manifiesto tanto en la originalidad de los collares como en el empeño del artista en retratarlos de manera precisa. La uniformidad de estos collares sugiere que son representaciones fieles de los perros que no están influidas por la libertad artística. El collar para perros de la antigua Mesopotamia reflejaba la creencia de las personas de que, tanto como se lo pudieran permitir, su amigo canino se merecía una prenda de vestir decente y tener representaciones artísticas donde apareciera llevándola.
Me llamo Nora y me defino como una amante de las culturas y los idiomas. Soy una traductora española deseosa de aprender y mejorar mis habilidades. Hablo español, inglés, francés y un poco de italiano.
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.
Mark, Joshua J.. "Perros y collares en la antigua Mesopotamia."
Traducido por Nora Melgar Iraqui. World History Encyclopedia. Última modificación enero 15, 2018.
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Estilo MLA
Mark, Joshua J.. "Perros y collares en la antigua Mesopotamia."
Traducido por Nora Melgar Iraqui. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 15 ene 2018. Web. 06 dic 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Joshua J. Mark, publicado el 15 enero 2018. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.