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Entre los muchos dioses de los romanos, Júpiter, el hijo de Saturno, era el dios supremo, que estaba asociado con el trueno, el relámpago y las tormentas. Los primeros ciudadanos de lo que luego se convertiría en Roma creían que los espíritus de sus antepasados los observaban, y a esto le añadieron una tríada de dioses. Estos nuevos dioses incluían a Marte, el dios de la guerra, a Quirino, el Rómulo deificado que velaba por el pueblo de Roma y por último Júpiter, el dios supremo. Este era Júpiter Elicius, el que da a luz. Cuando surgió la República, la identidad de Júpiter como el más grande de todos los dioses quedó firmemente establecida, pero dos miembros de la antigua tríada fueron reemplazados por Juno (su hermana y esposa) y Minerva (su hija). El título más importante de Júpiter era el de Iuppiter Optimus Maximus, que significa el mejor y el más grande, y representa su papel como padre de los dioses.
Júpiter, la antigua deidad de los reyes etruscos, encontró un nuevo hogar en la República. Era un dios de la luz, un protector durante la derrota y el dador de la victoria. Era Júpiter Imperator, el general supremo; Júpiter Invictus, el invicto; y por último, Júpiter Triumphator. Protegía a Roma en tiempos de guerra y mantenía el bienestar del pueblo durante la paz. A menudo se le representaba con una larga barba blanca y su símbolo era el águila encima de un cetro, el cual llevaba mientras estaba sentado en su majestuoso trono. Al igual que Zeus, su reputación de violento a menudo hacía que los hombres temblaran de miedo ya que fácilmente podía castigarlos con uno de sus rayos. Por supuesto, les daría una advertencia justa antes del castigo final, el último rayo destructivo; además, este castigo normalmente se llevaba a cabo solo con el consentimiento de los demás dioses.
La religión siempre ha sido un elemento importante de casi todas las sociedades, modernas o antiguas. Explicaba todo, incluidas las estaciones, la salida del sol por la mañana y de la luna por la noche. Los dioses protegían a las personas de sus enemigos, de las fuerzas de la naturaleza, y luchaban junto a ellas en tiempos de guerra. Los dioses estaban siempre presentes en su folklore y se construían templos en su honor. Se les hacían sacrificios para obtener su bendición. Antes del surgimiento del monoteísmo de los judeocristianos, la mayoría de las culturas adoraban a una multitud de dioses. Había un dios de la guerra, un dios de la cosecha e incluso una diosa de la fertilidad y el Imperio romano no era diferente.
EL TÍTULO MÁS IMPORTANTE DEL DIOS ERA JÚPITER OPTIMUS MAXIMUS, QUE SIGNIFICA EL MEJOR Y MÁS GRANDE.
Para los primeros romanos, la religión y la fe, especialmente durante los primeros años de la República, ofrecían tranquilidad y protección al pueblo. Eran un componente importante en todos los aspectos de la vida; se tomaban pocas decisiones sin recurrir a los dioses. Sin embargo, la religión romana no era individualista como el cristianismo, por ejemplo; sino que era comunal. No había ningún texto sagrado ni credo, sólo existía la pax deorum o paz de los dioses. A través de rituales y oraciones, los romanos conseguían el favor de los dioses y así evitaban su ira. Y si bien los romanos a menudo eran tolerantes con la religión de aquellos a quienes conquistaban (a menudo absorbiendo uno o dos nuevos dioses), seguían protegiendo la religión oficial del estado y sospechaban de cualquier cosa que pudiera socavar su estructura de poder. Esta sospecha fue la causa subyacente de la persecución tanto de judíos como de cristianos durante los reinados de Nerón y los emperadores posteriores. Esta protección permitiría a Júpiter y a sus compañeros olímpicos sobrevivir desde los etruscos, durante las eras republicana e imperial, y hasta el surgimiento del cristianismo.
Alrededor del año 509 a.C. se le erigió un magnífico templo, compartido con Juno y Minerva, en la colina Capitolina de Roma, un lugar donde la gente podía reunirse y hacer sacrificios. Además de una gran escultura de Júpiter, el templo, que era el más grande de Roma, albergaba los libros sibilinos que eran los oráculos de Roma y sólo se consultaban en momentos de crisis. Júpiter se adoraba con muchos títulos: Invictus, Imperator y Triumphator, títulos que representaban la importancia suprema que tenía para Roma en todos los asuntos de la vida estatal, tanto en tiempos de paz como de guerra. Después de regresar de la batalla, los generales victoriosos encabezaban una procesión llamada triunfo por las calles de Roma hasta el templo de Júpiter. El general vestía una túnica larga de color púrpura, portaba un cetro en su mano derecha, conducía un carro tirado por cuatro caballos blancos y lo seguía una gran masa de ciudadanos, su ejército y los prisioneros de guerra, estos últimos, por supuesto, iban encadenados. Tras llegar al templo hacía un sacrificio, cuidando de entregar una parte de su botín a Júpiter, agradeciéndole su victoria en la batalla.
Para estos generales, Júpiter representaba la valentía del ejército romano. Sin embargo, si bien los militares lo adoraban, a menudo visto como un señor de la violencia, también era un dios político que confería legitimidad tanto a la asamblea popular como al Senado. El Senado no permitía una declaración de guerra sin la bendición de Júpiter. Era el señor de los juramentos y los tratados, y el castigador de los traidores. Ninguna acción política se iniciaba ni culminaba sin su veredicto. En su honor se celebraban los principales juegos de septiembre, los Ludi Romani.
Sin embargo, Júpiter también tuvo sus detractores y desafíos. Después de la muerte de Julio César, quien en un momento sirvió como flamen dialis o sacerdote personal de Júpiter, los seguidores del emperador Augusto iniciaron un culto imperial: la adoración del emperador como un dios. Si bien Augusto rechazó la idea de ser un dios, los emperadores que le siguieron a menudo se deleitaron con la idea y con frecuencia deificaban a su predecesor; el emperador Calígula incluso afirmó ser un dios viviente. Y al igual que Alejandro Magno, que se creía hijo de Zeus, el emperador Galba creía que descendía de Júpiter. El emperador Heliogábalo reemplazó temporalmente a Júpiter con El-Gabal, un dios sirio. Incluso hizo traer de Siria una gran piedra negra de forma cónica, símbolo de culto de su religión y la instaló en el monte Palatino. Se construyó un nuevo templo, el Elagabalium, en honor a El-Gabal. Afortunadamente, su sucesor Alejandro Severo, quiso ganarse el favor del pueblo de Roma y devolvió a Júpiter al lugar que le correspondía como dios supremo y envió la piedra de regreso a Siria. Posteriormente, en el siglo III d.C. Júpiter fue reemplazado, esta vez por el culto al Sol Invictus, el sol invencible, patrón de los soldados. Una vez más, Júpiter fue salvado por el emperador Diocleciano. Finalmente, San Agustín, autor de Ciudad de Dios, condenó tanto a la sociedad romana como a su religión. Escribió que los dioses romanos no sólo no habían logrado proteger a los romanos del desastre, sino que además señaló a Júpiter como un adúltero.
Con el surgimiento del cristianismo y la caída del Imperio en el siglo V d.C., Júpiter y los demás dioses pasaron al reino de la mitología. Sus nombres ahora perduran en los planetas: Júpiter, Neptuno, Marte, Mercurio y Venus. Lamentablemente, la memoria de Júpiter también se ha visto eclipsada por la de su homólogo griego Zeus. Sin embargo, jugó un papel crucial en la cultura romana durante la mayor parte de su historia. Protegió a los romanos de la ira de sus enemigos, durante la paz y la guerra. A pesar de los éxitos y fracasos de los emperadores, Júpiter fue una figura siempre presente en la vida cotidiana de los romanos.
Profesional en lenguas con estudios literarios. Profesor de castellano, escritor, traductor y entusiasta de la historia. Áreas de interés: literatura, artefactos antiguos, la historia de las religiones, la astrología, la arquitectura, la historia militar y del arte.
Donald impartió clases de Historia de la Antigüedad, de la Edad Media y de los Estados Unidos, en el Lincoln College (Normal, Illinois) y desde que comenzó a estudiar sobre Alejandro Magno, siempre ha sido y será un estudiante de historia. Le ilusióna transmitir conocimientos a sus alumnos.
Wasson, D. L. (2014, mayo 06). Júpiter [Jupiter].
(D. V. Caballero, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-653/jupiter/
Estilo Chicago
Wasson, Donald L.. "Júpiter."
Traducido por Diego Villa Caballero. World History Encyclopedia. Última modificación mayo 06, 2014.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-653/jupiter/.
Estilo MLA
Wasson, Donald L.. "Júpiter."
Traducido por Diego Villa Caballero. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 06 may 2014. Web. 11 dic 2024.
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Escrito por Donald L. Wasson, publicado el 06 mayo 2014. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.